Cuando se rompe la confianza
Una villarrealina, su cámara y una relación quebrada
En la Universidad Federico Villarreal no existe
una relación más sólida que la de un estudiante de audiovisuales y su cámara.
Para ellos la cámara no es un objeto más. Forma parte de su cuerpo. Todo esto
debido a que la universidad no cuenta con todo el equipo necesario para que los
alumnos de “audio” desarrollen sus actividades con comodidad.
Alejandra
Ingaruca es una estudiante de la Villarreal y cursa el cuarto año de la carrera
de Ciencias de la Comunicación. Ale, para los amigos, es una chica de gran
sonrisa, sencilla, con grandes metas en la especialidad de audiovisuales y un
gran orgullo por ser villarrealina. Sin embargo, un día esa gran sonrisa dio un
giro de 180 grados.
El miércoles 19 de octubre se llevó a cabo “Made
in Peru”. Evento organizado por los alumnos de comunicaciones en el cual Ale
participó con su cámara. Una 60D con lente 18 – 135 y una correa étnica de
colores blanco y negro. Todo valorizado en 2400 soles. Todo iba bien. La
conferencia llamó la atención de muchos alumnos y profesores. No obstante,
sentado en la parte trasera del auditorio se encontraba una persona, ajena al
salón organizador, con una actitud muy sospechosa. Ale, acompañó a una de las ponentes que ya se
retiraba del evento y dejó encargada su cámara a un grupo de amigos. Al
regresar, la seguridad y el orgullo, por la universidad, que Ale sentía se
quebraron. La cámara, la cual había sido parte de ella por año y medio, había
desaparecido.
La desesperación invadió por completo a Ale. Sus
amigos habían dejado la cámara en la mesa que estaba a su costado. Ellos no se
podían explicar cómo en un instante la cámara se hizo humo. De inmediato la
ayudaron a que nadie abandone la sala.
Sin embargo, una persona ya no estaba. Ale y otros amigos fueron a la puerta de
ingreso de la universidad a preguntar al personal de seguridad si al revisar a
los alumnos habían encontrado una cámara con las mismas características.
Lamentablemente no encontró otra respuesta que “Somos un montón de guardias y
con tantos alumnos no se puede”.
“Nos hicieron un problemón al momento del
ingreso de nuestros ponentes, que no sabían quiénes eran, que no podían
ingresar por ser personas externas a la universidad, pero mira como si dejaron
entrar a este que no pertenecía a la universidad sin pedirle el DNI o algún
documento”, sentencio Ale.
Al volver al auditorio esperaba algún consejo de
su profesora, pero no encontró más que lamentos de una maestra que sólo se
dedicaba a echar la culpa a uno de los alumnos por estar distraído y no cuidar
la cámara. Sin poder hacer nada más, sin saber a quién más pedirle apoyo o
siquiera quejarse, esa relación de año y medio con su cámara quedó en el
pasado.
“Grabé
en Cantagallo, camino todos los días por el puente Trujillo, me cuidé de la
calle pero nunca pensé que en la universidad, que se supone es el lugar más
seguro, que se supone que es mi casa de estudio, sea el lugar donde se lleven
mi herramienta de trabajo”, expresó una nostálgica Ale.
Tratando
de dar vuelta a la página, este lamentable suceso no ha derrumbado a Ale, esas
ganas de seguir adelante no han desaparecido. Todo lo contrario, la ha llevado
a realizar actividades para recaudar fondos, pro-cámara por ponerlo así. Le fue
bien, aunque el monto recaudado no fue suficiente, espera realizar otra
actividad. Todo sea para que el camino hacia el logro de sus metas no se
destruya.
Este
sólo es uno de los tantos casos que han sucedido en nuestra universidad. A
veces, es muy común encontrar por el local central pequeños carteles ofreciendo
alguna recompensa por objetos perdidos. No esperemos a que nos suceda para
poder reflexionar o tratar de hacer algo para evitar estos sucesos. Ayudémonos
como miembros de la comunidad universitaria que somos. Volvamos hacer que
nuestra casa sea segura. No seamos indiferentes que con algunas autoridades que
tenemos ya es suficiente.
Esta sería la persona que se habría llevado la cámara de Alejandra.